domingo, 27 de enero de 2019

El mar del tiempo acumulado

F. Montesdeoca

¿Podemos entender a los antiguos? Sí, pero no como ellos se entendían. Seguramente entre ellos mismos se entendían de maneras distintas; no sólo de una región geográfica a otra sino, a veces, como sigue sucediendo, incluso de una población a otra.

En todo caso, ¿quiénes son los antiguos? ¿Son antiguos para nosotros que vivimos en el siglo XXI, por ejemplo, los seres humanos de principios del siglo XX?, es decir, los de la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa o la Revolución Mexicana. De acuerdo con las categorías temporales de la historia, en realidad son modernos.

¿Leonardo Da Vinci y el Renacimiento en Europa son antiguos? En muchos aspectos son también modernos. El Renacimiento es considerado como una etapa precursora de la Modernidad. La Edad Media, por otra parte, sí que parece más antigua. Duró, además, mil años, del 476 d.C. al 1453 d.C., lo cual no quiere decir que empezó puntualmente en esos años: algunas de sus características ya existían desde antes en algunos lugares, y en otros muchos casos duraron hasta después de la fecha de su terminación. El periodo clásico griego, del siglo V a.C., mucho antes de le Edad Media parece, sin embargo, más moderno que toda la Edad Media. Se puede decir que los griegos son mil años, ¡diez siglos!, más antiguos (pero más modernos).

Visto así, uno podría pensar que la historia se divide en dos: antiguos y modernos lo cual, a veces, se entiende como atrasados y avanzados, pero eso no es cierto. Los egipcios y los sumerios, que iniciaron su civilización aproximadamente 3,500 años a. C., o los mayas que conformaron sus primeras ciudades hacia el 750 a. C., no eran en absoluto “atrasados”, sino todo lo contrario: eran muy avanzados. En algunas de sus manifestaciones estaban tan avanzados como nosotros, aunque sus tecnologías eran diferentes. En lo que ahora identificamos como arte y como literatura, crearon obras tan maravillosas (y tan perfectas) como las de cualquier otra época. Fueron obras en donde quedó plasmado su mundo. Su mundo visto a través de sus diversas formas de pensar y entender, y de inventar, lo real, la realidad, sus ideas del mundo, del universo y de la naturaleza de nosotros, los seres humanos. En el arte, lo antiguo es a la vez moderno, y viceversa.

Los criterios de temporalidad que utiliza la historia sirven para organizar hechos que nos ayudan a ubicarnos y a comprender mejor el inmenso mapa-mosaico de acontecimientos en el cual, por cierto, nos encontramos en el extremo: somos resultado de la historia acumulada, o sea, que en cierto modo estamos hechos de tiempo, o como decía en el título de su obra más importante el filósofo existencialista Heidegger, somos “El ser y el tiempo” (1927). Construimos lo que somos no sólo bajo la influencia de nuestras sociedades y de nuestras decisiones y experiencias, sino también debido a los conocimientos y formas de ser y de pensar acumulados en el tiempo, o sea, en la tradición y en la historia[1].

La historia en general, y la historia de las artes y la(s) literatura(s) se organiza de acuerdo a periodos que comparten características contextuales, culturales o estéticas entre otras; pero estas divisiones, o categorías, son aproximadas y relativas. Se puede, por ejemplo, hablar de distintos “renacimientos” europeos con variantes muy diversas, algunos adelantados a su tiempo, o atrasados, e incluso, se puede hablar de “renacimientos” no europeos.

Las “líneas del tiempo”, por ejemplo, son un recurso gráfico para apreciar, en una perspectiva visual, de conjunto, el transcurso de algunos acontecimientos clave que sirven de referencia. Claro que una línea del tiempo es una simplificación (un poco extrema, pero muy útil). Más que a una “línea”, quiero imaginarme que la historia se parece a las capas geológicas, enterradas y superpuestas, encimadas, en sus diferentes estratos: pedazos de cosas de otras épocas que nos ayudan a imaginar, a reconstruir y a entender; pero no es un material duro, la historia, ni está inmóvil. En realidad, se mueve y se actualiza, porque como dice el filósofo Hans George Gadamer (por cierto, discípulo de Heidegger), a la historia se suma la historia de las maneras en que ésta ha sido interpretada, y se sumarán las interpretaciones que la interpretarán a su vez en el futuro (1960). Esto pone en duda la objetividad científica de la historia, pero tiene la ventaja de reconocer que junto al rigor metodológico de esta disciplina también interviene la subjetividad, es decir, el punto de vista, los prejuicios y las creencias, en resumen, la ideología. Contradictoriamente, en apariencia, resulta que saber esto, ayuda a la objetividad de la historia, que es también su subjetividad.

La idea de la historia como una superposición de capas geológicas, en donde nosotros nos encontraríamos hasta arriba, parados en su superficie (caminando), se me hace más rica que la de una línea del tiempo pero, a mí, no me convence. Me gusta más imaginar a la historia como el mar. Un mar profundo y en movimiento, sin límites bien definidos entre un nivel y otro. En este caso, nosotros estaríamos en una embarcación, flotando, tratando de “pescar” algo de la historia. También podríamos hacer algo de buceo o investigar en un submarino explorador. Nosotros, que no somos historiadores (por lo pronto), sino lectores de la historia y de la literatura (que también es historia, o testimonio que vive en las palabras), necesitamos, nada más, leer para bucear.

Igual que en el mar, hay más “luz” y más “especies” cerca de la superficie, por lo tanto nos resulta más familiar y más claro todo lo que está alrededor. Hay muchos más datos y obras literarias; pero esto también puede resultar confuso, puesto que hay que ordenar y comprender mucha más información. En el fondo del mar, en cambio, necesitamos luz artificial para ver un poco de lo que sucede, y hay muchas menos especies (y más raras), y esto puede hacer más fácil el manejo de los datos históricos y de las literaturas más antiguas… pero nos son menos familiares, son culturas menos parecidas a nosotros mismos, a la forma en que hablamos, pensamos y nos comportamos. De todos modos, hay información suficiente como para perdernos entre tantos nombres, fechas, lugares y acontecimientos.

En el mar, las condiciones de temperatura, luz, presión, porcentaje de oxígeno, fuentes de alimentación y otras, han determinado las características de las especies que habitan en cada nivel, pero los límites de estos niveles son más fluidos que en la piedra. Así sucede en la historia, y en la literatura. Existen condiciones que hacen diferente una etapa de otra. Las fechas de los periodos históricos similares varían de una cultura a otra, de una región a otra. Sin embargo, los cambios nunca son idénticos ni exactos: se superponen, se extienden, se confunden, se mezclan.

En este curso vamos a usar la idea de antiguo sólo como una referencia temporal, de “profundidad” en el tiempo, en donde lo contrario de “antiguo” no sería “moderno” (que implica características particulares de las sociedades, las culturales y las personas), sino “reciente”. Antiguo y Reciente: Más antiguo, antiguo, no tan antiguo, menos antiguo, menos reciente, no tan reciente, reciente, muy reciente (o actual), o también contemporáneo, que no es en realidad un periodo fijo de la historia, sino aquello que sucede, más o menos, en un lapso de tiempo actual, de varias décadas.

Actividad
1.      Subraya todas las referencias de temporalidad histórica que encuentres en el texto que acabas de leer (épocas, etapas, periodos, culturas, fechas) y ordénalas cronológicamente por escrito en tu cuaderno

Referencias
Gadamer, Hans-George. (1993 [1960]). Verdad y Método II. Salamanca: Ediciones Sígueme.
Heidegger, Martin. (2009 [1927]). El ser y el tiempo. Buenos Aires: FCE.
Referencia de mapas:
http://maravillasocultasenlasprofundidades.blogspot.mx/2012_05_01_archive.html
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVpFC_D4uphk7vxGCXnrKrBmAUnqYdaydEURNFVk7cXEzVy7vLPLYlekcWjV_bUWpcBJ8Mi6hnMEdTRCUsPDCBfLdvwnnt4y5dngvs0w6KLBlSJoQbYLbzvvrG4FIDfBQkdQwh-uTHYNE/s1600/vidamar2.gif





[1] Según el existencialismo, el individuo es libre por naturaleza y totalmente responsable de sus actos. Esto incita en el ser humano la creación de una ética de la responsabilidad individual.

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